TRASTORNOS ALIMENTARIOS.

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Los diferentes trastornos alimentarios (anorexia nerviosa, bulimia nerviosa, trastorno de atracón, vómito psicógeno, obesidad, vigorexia, ortorexia,…) producen mucho sufrimiento en aquellas personas que los padecen. Producen cambios en el cuerpo, en el estado de ánimo, en la relación con uno mismo y con los demás.

 

No es un tema de fuerza de voluntad, de esfuerzo ni de sacrificio, es una enfermedad. La persona que padece un trastorno con la alimentación no controla lo que le ocurre, no quiere sufrir de esa manera.

Los trastornos alimentarios son una enfermedad que produce alteraciones en la relación con la comida. La comida se convierte en fuente de dolor, de rechazo, de atracción excesiva, de obsesión, de control, de pesadilla.

Sentimientos y sensaciones de culpa, rechazo, soledad, asco, vergüenza, malestar general, ansiedad, angustia, estrés, miedo, depresión, enfado, profunda tristeza…

Y todo un mundo de creencias negativas que van destruyendo la autoestima de la persona, generando una imagen corporal distorsionada, una relación dañina consigo misma y con el otro.

La comida deja de ser un elemento más en la vida de la persona para ser el centro de su vida, una obsesión, de lo que depende el estado anímico. Esa obsesión en algunos trastornos también se lleva al peso y la imagen corporal. Preocupación excesiva por el peso, por lo que se come, por hacer deporte, por esconder comida, por comer a solas.

El control de peso deja de ser un control sano, equilibrado a ser obsesivo. El comer o no comer, la pérdida de control ante la comida o el exceso de control hasta dejar de comer. Esa conducta puede ir acompañada de comportamientos de compensación como ejercicio excesivo, vómito provocado, abusar de diuréticos, laxantes, enemas, ayunos.

Los primeros síntomas de esta enfermedad pueden aparecer en la infancia, en la pubertad, en la adolescencia o a principios de la edad adulta. Es una enfermedad que necesita tratamiento, cuanto antes mejor. Con un tratamiento adecuado van desapareciendo los síntomas y la estructura detrás que mantiene esos síntomas.

Hay toda una historia detrás que lleva a la aparición de los primeros síntomas. El retraso en la intervención temprana o el no tener en cuenta esa historia previa hace que los síntomas se agudicen, que el trastorno se mantenga en el tiempo tras muchas terapias diferentes. Se va generando más y más enredo mental, más desesperación, más angustia y re-traumatización. La creencia de que es imposible salir, de que nunca se volverá a “ser normal o como los demás”.

Esa intervención es necesario que sea respetuosa, sintonizando con el paciente, no un cúmulo de normas, castigos, limitaciones de que hacer o no hacer, ya que ese tipo de intervención produce efectos pequeños y no duraderos. Y además re-traumatiza, a veces, llegando a haber comportamientos crueles por parte de profesionales, apoyado de todo un lenguaje dañino tipo “es por tu bien, tú no sabes lo que es mejor para ti, si sigues así no me dejas más opción que internarte, no te estás portando bien, tú te lo has buscado, tienes que esforzarte, etc.”

Con ese tipo de intervenciones la base del trastorno alimentario sigue estando presente, quizás un poco menos manifiesta, aunque a la mínima de estrés, cambio, o ante determinadas situaciones, volverán a emerger los síntomas.

La intervención psicológica no puede estar centrada solamente en la desaparición de los síntomas.

Los trastornos alimentarios son de los más difíciles de tratar debido a la complejidad y enredo interno.

Los trastornos de alimentación sí tienen solución.